sábado, noviembre 12, 2005

Uno

Un día, aunque tal vez fuese una noche, me aburrí de extrañarte. Salí de cacería por entre luces cegadoras y gente infestada de velocidad. Supe mientras aletargaba un sueño que nunca me diste nada, porque siempre te postergaron, te dejaron interrumpida, estancada en la cultura mezquina de un tiempo enano, chato, olvidado. Y noté la inutilidad de quererte. Descubrí una calle con tu nombre: una herejía de progreso que no respeta tu última voluntad: Corrientes: estás condenada y yo desde lejos supe, sé que no tengo buenos aires como salvador. Te miré en mi memoria. Doblé el obelisco, te puse en un bolsillo y te dejé atrás.
Una noche, aunque tal vez fuese un día, reconocí que no te extrañaba. Y con harta indiferencia te dejé ir. Mas no te instruiste en la obediencia. Corrientes: nunca aprenderás. Nunca aprendiste a marcharte, a relegarte del todo, de la nada dentro de mí.

M.