jueves, diciembre 29, 2005

En llegando

Corrientes: ahí voy a estar de nuevo. No pienso reclamarte nada. Tampoco espero nada. Aquellos que han estado desde antes han de seguir ahí donde los he dejado. Y a aquellos otros con los que me he topado sin preverlo (hermanos exiliados en su propia patria tierra) acudiré para restituirles el favor de devolverme a la memoria cada tanto. Corrientes: me pregunto por qué sos triste siempre. Por qué te empeñás en petrificar a tus hijos como Pompeya. Por qué te obstinás en ahogarlos como Atlántida.
Corrientes: sos una ruina turística para mí.
A.

sábado, diciembre 24, 2005

Nueva Buena Nueva

La razón hubo de encontrar en la violencia de la vida una objeción contra la vida misma. Quiso luego reparar aquel vicio normativo aplicando la ortopedia del método. Desde entonces la vida ha pasado a ser un teorema que solamente se demuestra por reducción al absurdo.
Tampoco la pasión supo empujar su rebeldía mucho más lejos. En disputa con la razón por la conquista de sus privilegios quiso ocultar el acceso a la vida con el velo del misterio. Y a la llave de esa entrada la denominó con un equívoco nombre: amor. Desde entonces la vida ha pasado a ser también una implacable telaraña.
De este modo nos hallamos aquí y ahora. Abandonados a la más turbadora desesperanza. Pero aún no se resignen. Pues he aquí que traigo para el mundo la nueva buena nueva. ¡Hermanos míos: el porno salva!
A.

viernes, diciembre 23, 2005

Ergo

Demoliendo el pan amargo que debió ser dulce, la masa se adhiere a la encía con aires de eternidad. Soy la Morsa, y por eso mis colmillos apuntan al sucio suelo. Ahora es que pretendo el sofismo de mis contemporáneos y la medicina de mi Barrio.
Casi Todo, mas siempre Nada.
Pues, caído, envenenado, como Alejandro en una Babilonía falaz, es que encuentro mi pesar más hondo que de costumbre. Pero también más sabio.
Necesito (y decirlo ya no cuesta sino el movimiento de unas teclas) de las almas. Porque dependo, con vergüenza lo confieso, que me acompañen. Ya no habrá finales felices ni canciones optimistas. Coelho fue al Banco a cobrar otro cheque. A Bucay lo uso para sostener la pata de la cama.
Intenté, a lo largo de los años, construir refugios en los que nunca aparté un lugar para mí. Siempre fui el Filósofo que estrujaba contra su pecho a los Tristes. Siempre me gustó contemplar el dolor con un halo de majestuosidad. Pues, supuse que bajo los ojos rojos se hallaban los secretos de la vida.
Ahora, que soy yo el que llora, el callejón está desolado. Nadie ha acercado, siquiera, una galleta de la fortuna con mi nombre. Ni un beso de comprensión. Nadie. Y lo que es peor aún armé un silogismo que me suena muy acertado:
Pasé la vida tratando de hacerlos sentir bien.
Estoy sólo cuando los necesito.
Ergo, toda acción es inútil.
Y, aún vencido, aún estrujado, asevero que en alguna ciudad lejana, me aguardan algunos seres que quieren estrecharme abrazos. Que aún quieren oírme repetir Literatura Redundante. Que aún quieren creerme mentiras. Que aún me quieren.
Es sólo una ilusión. Sin embargo, estoy con ansias de suspender la incredulidad, en caso de que mis palabras reboten contra el techo.
Pues los Escritores hacen la Literatura.
La Literatura es Ficción.
Ergo, soy Escritor.
E. D.

martes, diciembre 20, 2005

Impotencia

Reconozco que me ha costado años reconocerme. Me he mirado al espejo y mientras todos me señalaban sólo veía el espectro de un lumpen. Mi camino transitado ha sido de minusválido sobre rocas. Con las rodillas gastadas, me inicié en la búsqueda de algo que callara a mi conciencia -en deuda- por haberme abandonado. No quiero estimaciones, intimaciones ni rechazos. Soy neblina, no pretendo ver la luz. Prefiero despreciarme en ella. En las vías rotas, hoy carece de hoy y la vida muere de siesta. Los zapatos de este lugar no tienen mi horma. Pavimento roto, no de crujiente calor, sino de impotencia ante tanto (tanto) estatismo. Creo en hormas expectantes, en la mucosidad de los incautos, en el texto de vida perdurable. Asumo mi condición de no pertenecer. Ansío poder irme a ninguna parte.
Rose

Impresiones de nieve en el calor o Acerca de las fiestas de fin de

Diciembre
Diciembre, falta muy poco: escucho que dicen. Adelgaza ante los ojos espectadores un almanaque desfalleciente. No queda ya fuerza ni necesidad para tratar de retener las cornisas de 2005. Se anuncia el ocaso que precede al final. Aquí y allá y en todas y en ninguna parte, hay luces que ciegan el alma ciega: Es, al menos eso proclaman, parece Navidad. Hay cartelones vociferantes de Felices Fiestas. Cuáles Fiestas, las que anuncian la Navidad de nuestro Gran Dios. Algo parece revolver el espíritu, si es que acaso tal cosa llegara aún a existir: El Espíritu Navideño viene entonando triunfo, acelerando reverencia, pisoteando terreno, virando hacia el inicio, revirando hasta el final. Nadie queda a salvo de su influjo. Estos son los tiempos de la Esperanza. Los tiempos de la Fe. Los tiempos de volver a Dios, por Dios, en Dios a creer.
Diciembre, escucho que dicen: Falta muy poco para Navidad
Sin embargo, escuchen que digo: Es sólo otra navidad, son sólo las felices fiestas del consumo, de los consumidos, de los vacíos. Se advierten los agujeros de los huecos que atenazan su fe en la renovación, la renovación de su Dios innumerable. Porque es Navidad escucho los huecos que dicen: Celebremos el nacimiento de nuestro Dios personal. Ya no alcanza con uno, hace falta una legión. Ahora yo les digo: No les crea. Dios hace mucho o hace poco pero hace, ya se ha aburrido de renacer, o de multiplicarse en este mundo que le salió mal. Y ya no tiene tiempo o ganas de volverlo a intentar.
Pero es Diciembre, escucho que aún insisten: Debemos festejar.
Entonces, escuchen que les digo: Si acaso hoy existe algo válido como festejo, del típico festejo humano de celebrar lo equivocado por que alguien así lo dispuso, entonces festejemos esto: Nuestra independencia de Dios. La expulsión de Dios, hasta en su forma más lejana: la expulsión de toda fe. Festejemos, incautos, el triunfo del hombre por sobre la divinidad. O mejor: El triunfo de la humanidad desteñida hasta su merecida desaparición.
Porque por acá ya no se escucha, ya no cree en nada. O sí. Escuchen que digo:
Yo aún creo en el año final.
Éxodo o Funeral
Navidad.
El reloj apremia en cuenta regresiva, mas mi pesebre ya no cuenta integrantes. Los camellos, los reyes, el niño, todos se han ido. Observan desde ultramundos sin ver, acaso sin importar. Y aún yo espero en las penumbras del árbol, sentado bajo la copa, entre copas, un muñeco para modelar.
He pedido una bicicleta a un Padre Noel que de argentino poco registra, se jacta de su oligarquía bien atendida, hincando un tenedor en el lomo cadáver de un reno, un plato exótico, digno de su condición. No tendrá entonces tiempo para mí, para mi inocencia fatal. La inocencia es un objeto de burla: Hoy el padre noel, los reyes magos de la nada, el niño ausente, las sombras del árbol vacante, todo y en todo lado se han reunido a burlar: Se oye el estruendo de sus risotadas como petardos propiciatorios de la nueva era: Panza masiva, excesos, desinterés. Y mientras, los niños salen a pedir, a exigir el regalo olvidado, que se dispone en bolsillos de señores de avenida, de negocios clausurados, servidos para la súplica, para el arrebato, para qué más; y mientras, los pibes descerebrados salen a servirse de las divinas tentaciones de la noche como son esas nenas descerebradas embebidas en y con alcohol, con alcohol que sabe quemar; y mientras los otros, esos otros huecos se ufanan de los excesos que paga el dinero fácil en agenda disponible, y se pasean abstraídos de la bruma que no se ve, pero los va matando, los va a matar; y mientras todo, la inocencia, la alegría, la esperanza tal vez no regresen esta noche, ni ninguna noche más. Tal vez para estos mocosos, descerebrados, huecos de bolsillo lleno, para todos nosotros, tal vez sea lo mejor. Porque nada o nadie les va a recordar el funeral de los dioses muertos, el retiro de las divinidades hacia los ultramundos desde donde a nadie van a proteger, desde donde a nadie irán a conformar.
Y a mi qué me queda por esperar: Acceder al festival de los incautos o atenazarme en el dolor de un día más que se pierde fuera de festejos, nulo de esperanza, imposible de recuperar. Cenar la carne prohibida, embriagar una sidra en mi propio infierno, llorar y cantar abrazado a mi círculo, acaso sean ésas las perspectivas que me motoricen una vez más. Pero como siempre, como nunca, tal vez esta vez me conforme con los anuncios ya por mí conocidos mas nunca por Alguien revelados: Dios ya no existe, el pan dulce es más amargo, y me regalaron un año más para sobrevivir.
Para navidad de 2005 ya hasta me parece bastante pedir.
M.

miércoles, diciembre 14, 2005

Un indicio que se revela

Enseñaban los iniciados que el gran libro del mundo se escribe con caracteres enigmáticos. Que cada palabra compone una clave desbaratada únicamente para el infiel. No por nada la denominación de El Bazar entremezcla con sonidos que son como el humo y el desatino un sordo significado. No por nada esa inaudita recopilación de rosas aparentes, de pocillos con dedicatoria, de crucigramas incompletos, de elefantes de porcelana esconde la mención de la palabra que ha otorgado nombre al destino: azar.
A.

martes, diciembre 13, 2005

Sobre El Bazar

Hay puertas. Llaves. El dilema es que rara vez coinciden las unas con las otras. Y cuando lo hacen, los cuartos sólo pueden verse lo que dura un parpadeo.
No es tan malo.
Hay que considerar que la felicidad y la alegría son efímeras. Hay que considerar que pocos son las manos que nos sostienen cuando caemos. Pocas son las tardes en las que uno le hace El Gol a los ingleses. Ningún sueño se cumple. Al menos en la forma que queremos.
Sin embargo, suele suceder que por ahí, el Guarda está muy hambriento. Y al entregarle un hueso, consigue uno que lo dejen saborear el olor de los juguetes y los zapatos nuevos, las flores recién cortadas, el cuello de las mujeres, los libros amarillentos, y el agua fresca en verano.
Claro está que, al acabarse el soborno, los malditos expulsan al que ofreció el expendio, con improperios y patadas en el culo.
No hay melodías más sinceras, ni frases más bellas, que las que uno oye en el Bazar. Muchos Cazadores de Sueños han intentado el asalto liso y deliberado de dicho lugar. Fracasaron. Pues, la seguridad es extrema, y a la vez invisible. Nunca se sabe que mono de peluche lo irá a delatar a uno con un movimiento de platillos. O qué trencito empezará a tutuar en medio de la oscuridad.
No sé si lo que vi fue real o simple conjuro del Dueño. Mas, ya es casi imposible encontrar a personas que refieran algún tipo de leyenda sobre el Bazar.
Esta tarde, cuando pasé frente a su opulenta vidriera, del brazo de mi Chica, le propuse que cambiáramos todas nuestras pertenencias por una simple ojeada dentro de, aun más no fuera, la habitación más humilde. Ella me soltó, me dijo que estaba loco, y se subió al auto de uno de los Cajeros que había terminado su turno.
E. D.

viernes, diciembre 09, 2005

Dedicatoria

A quienes nos han acercado su palabra vehemente: agradecemos la intensa espera, la exigencia generosa, la impaciente crítica. Poco a poco iremos sumando más réplicas. Poco a poco se irá comprendiendo por qué tomamos demasiado y aún así parecemos todavía insatisfechos.
A. / M. / E. D.

Para una vindicación de los blasfemadores

¡Ahí estáis ya, amigos! - Ay, ¿es que no es a mí
A quien queríais llegar?
NIETZSCHE. Desde altas montañas.

1
La fidelidad germina más propiamente en el acto de herejía antes que en el ritual apostólico. No se trata de repetir el principio una vez tras otra sino de comenzar todas las veces desde el principio. Un camino coagula misales y registros civiles. El otro derrama lo inasible como el agua que la mano no alcanza a sostener demasiado. El arte del cartógrafo quizá sin error pueda ser llamado bello. Aunque desmerece ser llamado fiel. Pues no cabe una división política para la figura que por un breve instante adopta una nube pasajera, la mancha de aceite en un charco, las sombras que animan el muro nocturno: bien lo sabe el que las lee sin pestañear.

2
No por nada Nietzsche afirmaba su parte de ascendencia polaca. Contemplen si no como los alemanes fueron quienes lo malentendieron más enjundiosamente que ninguno: por ahí circulan todavía a modo de ejemplo esos arduos volúmenes homónimos en los que Jaspers y Heidegger se afanaron con el mismo ímpetu con el que se empeñaron en sostener los torpes andamios del existencialismo, esa especie de ejercicio de escolástica atea en pleno siglo XX.

3
Deleuze dice: Nietzsche ha denunciado el subsuelo negativo en el que arraiga nuestro modo de entender el mundo. Deleuze dice: la filosofía contemporánea traiciona la palabra de Nietzsche cada vez que la evoca. Pero casi como sin querer Deleuze también dice: Nietzsche ha entretejido metafísica. Es cierto que supo develar el trasfondo que anima la verdad. Pero con gran estilo no ha conseguido más que reducir al aforismo aquello que con paciente erudición se acopiaba en las Summas. Si ha hablado del eterno retorno no fue más que para devolvernos reconciliados al devenir y al ser. Por medio de la voluntad de poder ha conseguido reestablecer a la ontología de su blando desmayo. La muerte de Dios ha sido proclamada a fin de recuperar un sentido (más allá del sentido de la historia) para la historia (de la cultura europea occidental y cristiana). E irremediablemente asoma al horizonte de aquella historia el superhombre como su nuevo ideal... Es así como de un solo golpe el Anticristo no ha dejado florecer en torno de sí un solo anticristiano. Pero por obra y gracia de Deleuze no obstante su sacrificio permitirá fundar y propagar los preceptos de un anticristianismo que se enredará en lo literal de las palabras como en su propia telaraña.

4
Cuánto de rapiña puede haber en una idea, en un argumento, en una oración inédita. Si bien lo que unos digieren al punto de hacerlo carne de su propia carne otros lo añaden a su piel desnuda como un disfraz que asumen para mimetizarse.

5
Guiados por la senda que Dostoievski les prepara, Berdiaev y Chestov tropiezan -cada cual por su lado- con el peregrinar del ateo Zarathustra. Sin desviar luego sus caminos desiguales los dos se abren paso en el terreno del cristianismo a fuerza de derrumbar ídolos santificados. A poco de estallar la Revolución uno y otro es condenado al destierro por negarse a comulgar con el catecismo comunista. Después de hallar asilo en Francia se declaran en abierta querella con el catolicismo. Oponen las enseñanzas de los místicos a la teología racional, las provocadoras doctrinas de la gnosis griega a la escolástica latina. Berdiaev postula el cercano advenimiento de una nueva Edad Media y con ello el inaudito nacimiento de un hombre capaz de crear a imagen y semejanza de su propio Creador. Chestov alude al certum est quia impossibile de Tertuliano para colocar en cuestión el valor de la verdad cuyo secreto trasfondo entraña la caída del hombre por la tentación del conocimiento. Cabe rastrear en uno la huella del superhombre. El otro hace suya la sospecha sobre la voluntad de saber. (Ninguno ratifica sin embargo la muerte de Dios. Si bien tampoco ninguno la desmiente: no ignoran que aplicando el mismo ejercicio pedestre es como se ha conseguido probar su existencia o su inexistencia). Heresiarcas inactuales, afirman ambos a Zarathustra para hacerse heterodoxos. Y reniegan de él para convertirse en fieles.

6
Entre 1869 y 1870 un joven catedrático de Basilea se empeña en rastrear el significado inicial de la tragedia. El libro que publica uno o dos años más tarde (El nacimiento de la tragedia, 1871) recoge una suerte de hallazgo temprano. Todavía empañado por el genio de Shopenhauer y la vehemencia de Wagner, intuye no obstante que su conquista se coloca ante el umbral de un descubrimiento mayúsculo. No sólo devela un sentido inédito en aquel fenómeno de la cultura clásica. Casi sin saberlo sugiere además un método que desbordará muy pronto el objeto al cual se acotaba en principio para invadir lo (demasiado) humano: escrutar la vida con la óptica del filólogo. Noventa y cinco años después -en plena siesta de primavera existencialista oficiada por Jean-Paul Sartre- un profesor universitario dictamina (Las palabras y las cosas, 1966) que el hombre es apenas una invención reciente. Como su predecesor también rastrea el sentido en la historia. Como su predecesor aplica lo mismo un método que sobrepasa la circunscripción de su objeto ordinario: indagar lo humano con mirada de arqueólogo.

6 bis
En medio de una época todavía ocupada en medir la cantidad de metafísica, de racismo o de modernidad verificables en Nietzsche, Michel Foucault habrá de emprender no una mera exégesis sino su traducción. Y como en otro tiempo procedían los romanos a la hora de transcribir los textos griegos, reemplazando el nombre del autor original por el del conquistador aunque dejando intacto el manuscrito (no como gesto de agravio sino más bien como reverencia), así también Foucault refundirá un único término ajeno al idioma de su siglo: la palabra poder.

7
El metro que uno emplea para medir al otro depende de la medida de su mirada. Sólo el hombre miope se halla siempre rodeado de semejantes: en torno de él no distingue al burro del hidalgo. Dirá no obstante lleno de orgullo que su palabra es literal. Cuando en verdad se tratará más bien de una interpretación ajustada a su mezquino alcance. Cuán penoso de observar resulta para el hombre de mirada distante el afán con el que un miope persigue la fidelidad. Y que si no cada cual juzgue por sí mismo: ahí está presente como prueba la palabra de Nietzsche para todo aquel que se atreva a leerse.
A.

miércoles, diciembre 07, 2005

Bienvenidos a El Bazar

Alguna oportunidad he tenido de irrumpir en El Bazar. Me avergüenzo de no haber podido acaso franquear la entrada. No hay razón cierta más pusilánime que ésta: mis bolsillos declaraban Peso y 50: memoria insuficiente para realizar transacciones. Abucheado por la mirada expectante de una Doña exangüe, me alejé de todo aquello, tal vez comprometido a pagar semejante deuda con el muchacho aquel que en una noche de copas me reconoció los no-límites del Universo. Pero no me sobró dinero como tampoco tiempo para otra invitación: Me fui, me volví presa, preso de esta ciudad copulada. Y por estas rutinas sangrantes, ruinas andantes, me reconocí un día cualquiera un tanto más efectivo, quizás un tanto con más.
Efectivo.
Y he entonces que acuciado por la revancha, condenado por el olvido, me le animé a otros, a estos, a unos bazares conurbanos donde el stock excede la imaginación: Jamás vislumbré siquiera una parte de aquel Aleph de cabotaje que un tal Esteban Daniel una noche de un día me anunció.

El Secreto del Universo
se esconde en un Bazar
de Todo por 2 Pesos

Y por estos días de noche, hundido, cercado, cerca de una dirección que Borges declaró como el todo de la nada, me pierdo hasta el dolor de no haber aún resuelto, aún abolido el enigma que me consume: ¿Qué he venido a hacer en la furia, lejos de todo, de todos, de mí? Corrientes es una bestia como esfinge que bosteza sus promesas, que me invoca en esas promesas reveladas entre copas, entre dientes, entre demonios. Promesas encriptadas entre siestas de monoblocks desiertos, de barrios drogados, de calles sin luces, sin luces de pertenencia…
Corrientes, yo no te pertenezco. Corrientes, vos no me dejás lugar.
Pero aún a veces entre sueños, porque aún a veces me persiguen los sueños, aún a veces sueño con por qué no volver. Aunque Corrientes nunca me vuelva efectivo, efectivo de todo por 2 pesos, y más. Aunque mi patria no me dé más vueltos. Aunque yo ya no pueda dar más.
Pero aún me viene quedando El Bazar.
M.