miércoles, febrero 22, 2006

Tren nocturno

Es noche y algo en algún lugar, algo deberá. Se descubre en la lejanía, entre letanías, algún zumbido de carga, algún traqueteo de vagón. Esto es Bs. As.: La furia que acontece como tren imparable: Qué trayectos se estarán uniendo, quién en mis trayectorias me estará: No sé qué más decir, no sé qué más dormir. Otra vez me descubro fuera de sueños, me describo fuera de todo, lejos de nadie, del todo de mí. Es noche y se confirma insoportable: Hay un tic-tac, un reloj de tiempo, una bomba de: indiferente, parece dispuesto a verme morir, a hacerme suicidar. Ya no creo el tiempo me entienda, pierda su tiempo en concederme piedad: Éste que discurre entre el mundo ajeno y el que yo quise crear, ser, alcanzar, ya no permite chances, ya no afecta pretexto alguno de reparación. No tengo sentido, no encuentro, ninguno, nada mejor. Para qué seguir. Para acaso soportar esta negra colmena agitando dentro, espoleando como aguijones por todos lados, por cada lado de mí: un enjambre asesino atareado en satisfacer a una reina holgazana, silenciosa, perversa, irreverente, que convulsiona profunda, que ni siquiera aún identifico, mas se regodea ansiosa de saberme en su nido: una celda viscosa, dulce y asesina del cual no tengo escape, del cual jamás aprenderé ya a despegar.
Es noche y acaso existe un tren nocturno. ¿Pero qué es lo que esta imagen me ha querido revelar?
De pronto entiendo: El tren, el enjambre, la reina, no existen para nadie, salvo para mí. Y es su inexistencia la que los hace perfectos: Luego, ¿para qué he estropeado la nada, tratando de escribir sobre esto todo? escribir no crea, aun no me crea, no me otorga un recreo a tanta depresión. Es mejor esa máquina, esos insectos que consumen la noche, porque en ellos hay vida sin razones, vida sólo para solo vivir. Qué importan estas letras que las quieren bien tributar. A nadie le interesan estas menciones de metáfora o de grandeza. No sirve, no importa: De qué vale intentar importar.
Luego, es un poco más noche y aún no puedo dormir, no puedo más soñar. El submundo inverso se me atragantó lejos de alcance: no lo puedo, no lo debo ya considerar. Y mañana, si hay para mí existe un, sé que me encontraré, estaré tarde de nuevo, de viejo: Despertaré mal otra vez. ¡Pero qué importa! Quién dice tal vez mejor me quede poco, más pronto tal vez acceda al otro submundo, al más semejante a cualquier ultramundo, de aquellos, el que más hoy se me antojara, el que más hoy descubriera imaginar: Un estrado, un estado que por qué no lo debería ya haber alcanzado, debería acaso logrado ya: Un cosmos donde todos seamos trenes, insectos o la nada: Un mundo nocturno donde saber dejarse viajar. Después de todo, de nada, ¿qué más, qué menos queda? Tal vez sólo el solo aprender a desaparecer, el sólo solo aprender a morir.
¿Pero no habré acaso en esta evasión desaparecido, entre oscuras reinas muerto ya?
Es un poco más noche. Y alguien, algo me dice que ya lo he hecho, ya me he deshecho: Y tantos desechos no dejan espacio para volverme a completar.
M.